miércoles, 11 de octubre de 2017

Las dos ranas

Estas eran dos ranas, y una le decía a la otra:

– Oye, ¿no crees que cuando croamos la gente no puede dormir?

– Si, ¿pero no crees que ellos en el día gritan mucho?

– Claro, pero desde esta anoche no croaremos.

Así pasaron tres días y tres noches, y en una casa una señora le decía a su marido:

– Van tres días que no puedo dormir, y es desde que las ranas dejaron de cantar.

– ¿Y por qué? – le pregunto su marido.

– Es que con el canto de las ranas me dormía.

Las ranas que estaban escuchando, desde esa noche siguieron croando con mucha emoción.

miércoles, 4 de octubre de 2017

Chímpete, Chámpata

Anunciador: (Abriendo el telón con las manos.) – Respetable público. Damas, caballeros y niños. Verán la obra titulada: “Chímpete, Chámpata” o “El Pícaro burlado”. Porque en esta vieja historia, donde intervienen los siguientes personajes: Narigón, Galerita y el policía, el pícaro sale burlado. (Pausa.) Y es aquí, entre estos árboles donde Narigón se encuentra con Galerita y el policía. Y como yo no tengo nada más que decir, saludo al respetable público (saluda inclinando la cabeza), y me voy. (Sale por la derecha.)

Narigón: (Entrando por la izquierda, Flaco, narigón, unos bigotes ralos y un mechón de pelos cubriéndole la frente.) –Esta mañana me levanté muy temprano. Después Salí de mi casa para ir a trabajar, iba caminando por la calle, muy contento. Y mientras iba caminando, cantaba y silbaba. (Camina y tararea una canción.) De pronto, al cruzar la plaza, me encontré un árbol y al pie del árbol con una bolsa. Yo, que soy muy curioso, dije: “Vamos a ver que hay dentro de la bolsa”, me acerqué, abrí la bolsa, y vi que estaba llena de naranjas. Tome una y la comí. Tome otra, y la comí, Tome otra, y no la comí. La guardé en la bolsa y me dije: “Para qué voy a estar comiendo naranjas en la plaza. Mejor, llevo la bolsa a mi casa, y como todas las naranjas que quiera”. Cerré la bolsa, la eché sobre un hombro y justo en ese momento, el policía que estaba escondido detrás del árbol, gritó: “¡Deje esa bolsa que no es suya!” Y yo salí corriendo con la bolsa al hombro. Crucé la plaza. Doble la cabeza, y vi al policía que venía montado en un caballo blanco. Seguí corriendo y llegue a mi casa. Subí las escaleras. Escondí la bolsa debajo de mi cama, y me asomé a la ventana. Yo espiaba, y me escondía. Espiaba, y me escondía. Y pasó el policía montado en el caballo. Y me escondí (Pausa.) Ahora tengo miedo. Tengo miedo de que el policía me reconozca y me lleve preso. Ya me comí noventa y ocho naranjas. ¡Y que ricas estaban! Parecían de miel. Pero, para que no me reconozca el policía, me pinte estos bigotes, me tire el pelo para adelante y me cambie la camisa. Pero me va a reconocer por la nariz. (Señala a la derecha.) ¡Qué suerte, por ahí viene mi amigo Galerita! Lo voy a llama, le voy a pedir que me enseñe qué puedo hacer para engañar al policía. (Llama.) ¡Galerita! ¡Galerita!

Galerita: (Entrando por la derecha. Tiene un sombrero de paja, ojos saltones y una enorme boca por donde asoman unos dientes largos que parecen las teclas de un piano.) -- ¡Amigo! ¡Mi querido amigo!

Narigón: (Abrazándolo.) --¡Amigo! ¡Mi querido amigo! ¡Ayúdeme!

Galerita: –Con Mucho gusto. Para eso están los amigos. Cuénteme, ¿Qué le ocurre?

Narigón: –Le voy a contar, Galerita. Esta mañana, en la plaza, encontré una bolsa llena de naranjas.

Galerita: (Asombrado) --¿Naranjas? ¿Una bolsa llena de naranjas?

Narigón: –Si, Galerita, naranjas. Unas naranjas grandes y dulces, como la miel. Me eché la bolsa al hombro y el policía, que estaba detrás de un árbol, gritó: “¡Dejé esa bolsa que no es suya!”

Galerita: –Y dejó la bolsa. ¡Qué lástima!

Narigón: –No, Galerita, no. Yo salí corriendo con la bolsa al hombro y escapé. Tengo la bolsa bien guardada. Y quiero que usted me ayude. ¿Qué hago, Galerita?

Galerita: –Yo lo ayudaré; pero con una condición.

Narigón: –Lo que usted quiera, Galerita.

Galerita: –Yo le enseñaré como puede burlar al policía.

Narigón: –Muchas gracias, mi querido amigo.

Galerita: –La condición es la siguiente, una vez que usted haya logrado burlar al policía, tiene que traer la bolsa aquí, y repartirnos las naranjas por partes iguales. Una para usted, otra para mí. ¿Qué le parece?

Narigón: – Me parece muy bien. Y yo, ¿qué tengo que hacer?

Galerita: – Es muy sencillo. Cuando vea llegar al policía, usted se hace el que no lo conoce. El policía va a interrogarlo, y usted, a cada pregunta que le haga, responde con estas palabras: Chímpete, chámpata. Por ejemplo: el policía le pregunta cómo se llama, usted dice chímpete, le pregunta dónde vive, usted dice: chámpata. Y siempre lo mismo. Chímpete, chámpata.

Narigón: – Chámpata, chímpete.

Galerita: –Chímpete, chámpata. Y así logrará burlar al policía. Y después, usted y yo, como buenos amigos, nos repartimos las naranjas. Una para usted, otra para mí.

Narigón: (Interrumpiéndolo.) – ¡Ahí viene el policía! ¡Las palabras! Me olvide de las palabras.

Galerita: –Chímpete, chámpata. (Corre y desaparece por la derecha.)

Policía: (Entrando por la izquierda. Gordo, ojos pequeños y unos bigotes de ratón.) – ¡Las naranjas! ¿Dónde están las naranjas?

Narigón: – ¡Chímpete!

Policía: (Enérgico.) – ¡Deme la bolsa con las naranjas!

Narigón: – ¡Chámpata!

Policía: – ¿Cómo se llama usted?

Narigón: – ¡Chímpete!

Policía: – ¿Cómo?

Narigón: – ¡Chámpata!

Policía: – ¿Dónde vive?

Narigón: – ¡Chímpete!

Policía: – ¿Dónde?

Narigón: – ¡Chámpata!

Policía: – ¡Conteste bien! (Levantando la voz.) ¿Usted sabe quién soy yo?

Narigón: – ¡Chímpete!

Policía: – ¿Cómo? ¿Qué soy Chímpete? Yo soy el po-li-cía.

Narigón: – ¡Chám-pa-ta!

Policía: – ¿Qué quiere decir chámpata?

Narigón: – ¡Chímpete!

Policía: – ¿Y qué quiere decir chímpete?

Narigón: – ¡Chámpata!

Policía: (Dando un paso atrás y observando detenidamente a Narigón.) – No; estoy equivocado. (Dirigiéndose al público.) Este tiene flequillo; aquel no tenía flequillo. Este tiene bigotes; aquel no tenía bigotes. Él no fue quien robó las naranjas. (A Narigón.) ¿No vio pasar a un hombre con una bolsa al hombro?

Narigón: – ¡Chímpete!

Policía: (Saliendo por la derecha.) – ¡Se fue! ¡Se fue!

Galerita: (Entrando por la izquierda y riéndose a carcajadas.) – ¡Qué risa, compañero! Lo felicito. Yo estaba escondido allí (señala un árbol), detrás de ese árbol, y escuché toda la conversación. Mírenlo (los dos miran hacia la derecha), por allá va el policía. (Pausa.) Y ahora, como habíamos convenido, vaya a buscar la bolsa y a repartir las naranjas. Una para usted, dos para mí, una para usted, tres para mí. ¿Dónde tiene la bolsa de naranjas?

Narigón: – ¡Chímpete!

Galerita: – ¿Qué?

Narigón: – ¡Chámpata!

Galerita: – ¿Cómo? ¿A mí me va a contar ese cuento?

Narigón: – ¡Chímpete!

Galerita: – ¡Las naranjas!

Narigón: – ¡Chámpata!

Galerita: – ¡Las naranjas!

Narigón: – ¡Chímpete!

Telón

El señor, el niño y el burro

Venía un señor por el camino, con un niño como de once años, que era su hijo. y venía tambien un burro, que le servia al señor para cargar leña. Pero el señor ya había vendido la leña, y además estaba cansado, de manera que se montó en el burro.

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En esto se encuentran con unas gentes que venian por el mismo camino. Y cuando ya pasaban las gentes que venían por el mismo camino. Y cuando ya pasaban las gentes, el señor oyó que decían: “¡Qué viejo tan egoísta! Va él muy montado en el burro, y el pobrecito niño a pie.”

Encontes el señor se bajó del burro y le dijo al niño que se montara. Caminaron así un rato, el niño encima del burro y el papá a un lado, a pie, cuando en esto se encuentran con otras gentes. En el momento de pasar, el señor oyó que decían: “¡Qué muchacho tan malcriado! Va él muy montado en el burro, y el pobrecito viejo a píe.”

Entonces el señor le dijo al niño que se bajara del burro. Siguieron así un rato, caminando los dos un poquito detrás del burro, y en esto que se encuentran con otras gentes. Y cuando ya pasaban, oyó el señor que decían: “¡Qué par de tontos! Va el burro muy descansado, sin carga, y a ninguno se le ocurre montarse.”

Entonces el señor se volvió a montar y le dijo al niño que él también se montara. Así iban, moviéndose los dos al mismo tiempo con el paso del burro, y en esto se encuentran con otras gentes que venían por el camino. Y cuando ya pasaban las gentes, el señor oyó que decían: “¡Qué par de bárbaros! El pobrecito burro ya no puede con la carga.” Entonces el señor se quedó pensando un rato y el dijo al niño: “¿Ya ves, hijo? No hay que hacer caso de lo que diga la gente.”

Cuento tradicional